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Antes de recibir el diagnóstico, el enfermo y/o la familia perciben una serie de trastornos o rarezas que suelen ser, en la mayoría de las ocasiones , el motivo de la primera consulta médica. Estas suelen ser del tipo de:
• Cambios de carácter y de humor sin causa aparente.
• Torpeza.
• Falta de precisión para la realización de actividades cotidianas.
• Aturdimiento y falta de nitidez en las percepciones.
• Errores de repetición.
• Sentimientos inespecíficos de pérdida.
• Intento de disimular las perdidas.
• Desgana para el autocuidado personal.
• Autoestima disminuida y tristeza.
Existen los llamados signos de alerta que pueden haber sido observados por el propio paciente, por la familia, por la cuidadora habitual o por un profesional sociosanitario, estos síntomas deben ser motivo suficiente para acudir a consulta. A continuación los enumeramos:
• Perdidas de memoria que afectan a las capacidades de trabajo.
• Dificultades para realizar tareas familiares.
• Problemas de lenguaje.
• Desorientación en tiempo y espacio.
• Pobreza de juicio.
• Problemas de pensamiento abstracto.
• Perdidas de cosas y ubicación en lugares incorrectos.
• Cambios en el humor y en la conducta.
• Cambios en la personalidad, pérdida de iniciativa.
Debemos observar si:
• Tiene dificultad para recordar el nombre de cosas
• Le cuesta tomar decisiones
• Afrontar situaciones nuevas
• Sabe donde se encuentra, se ha perdido alguna vez
• Se maneja bien con dinero sin ayuda
• Puede realizar las mismas tareas domesticas laborales y sociales de la vida diaria sin ayuda
• Está triste, sin interés o malhumorado, nervioso o con problemas de sueño
• Puede caminar, lavarse, vestirse o alimentarse
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